jueves, 13 de agosto de 2009

El recuerdo de Eduardo Cenci hace repensar en lo que no hay en el periodismo televisivo.

Con Cenci el la pantalla nunca vimos íitulos con música estridente presentándolos en un noticiero, nunca un comentario de más después de dar una noticia, ni tampoco jugar con la dignidad de las personas reflejadas en su noticiero caídas en desgracia, mas todavía que su precaria situación económica.
Todos admiten que la televisión cambió y es mas espectáculo que reflexión. Eduardo Cenci no cabría en el actual esquema. Los noticieros televisivos nos están acostumbrando a ver una suma de imágenes llegando al final de los mismos casi nada informados. Todo muy superficial, malgastando aire con noticias intrascendentes, mientras lo importante se corta porque tiene que entrar la pauta publicitaria.
Para la mayoría de los que estan en las pantallas locales, Cenci fue un maestro. Se fue sin rendirles exámenes. 
La teleaudiencia es la que mas sintió la ausencia de ese hombre grandote que parecía agacharse un poco par entrar en la pantalla. De mirada franca, de sencillez y mesura, y claridad en sus conceptos, que sin pedantería seudocientifica, se hacía comprender por todos. 

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